Maneras de matar

Los métodos que utilizan Rafael Correa y Nicolás Maduro para eliminar el periodismo independiente y darle carácter a sus proyectos de dictaduras totalitarias, definen también el estilo de los gobiernos que encabezan. Los deja retratados con los expedientes escolares colgados del pecho junto a un resumen de las alternativas de los resabios de sus egos autoritarios.

El objetivo es el mismo: acabar con la democracia en sus países y hacerse ricos y eternos en el poder. Son dos filosofías diferentes, con variantes, dos formas de tratar de eliminar y sacar del escenario político a quienes los suelen sorprender y denunciar en medio de las trampas y las cabriolas que hacen todos los días con el populismo y un odio cuidadoso y selectivo a los imperios como música de fondo.

El discípulo de Hugo Chávez no tiene más remedio que imitarlo. Maduro continúa su batalla contra los medios con los ruidos de botellas rotas de las broncas en las barracas de los cuarteles y los bares más peligrosos de Caracas y el puerto de Maracaibo. El año pasado, las instituciones de la prensa libre venezolana reportaron 250 episodios de intimidación a reporteros. En lo que va de 2013 aparecen otros 193 actos de acoso a periodistas.

Uno de los casos más relevantes es el del corresponsal Miguel Mundo, un hombre que había escrito varias piezas sobre la corrupción oficial en el estado de Cojedes. Un grupo de chavistas secuestró a su esposa Alexandra y le dio una golpiza. Luego la dejaron abandonada en un sitio lejano. Mundo y su familia salieron enseguida al exilio.

Junto a estas acciones de pistoleros y fanáticos, el chavismo utiliza vías más discretas como la gestión de empresarios fieles al Gobierno para comprar medios independientes o hacerle demandas a los comunicadores en cortes que responden al oficialismo.

En Ecuador se produjeron en 2012, según datos de organizaciones defensoras de la prensa, 173 ataques a periodistas, varias condenas a periódicos y multas millonarias. Pero Correa tenía guardada para este año una ley mordaza a la altura de su viveza y su altanería. La llamada Ley Orgánica de Comunicación, promulgada en junio, es más efectiva para los censores que una mano de palos a un periodista porque es el asesinato del periodismo.

Dos vías con vasos comunicantes para acabar con la prensa libre. Unas pandillas de enmascarados en las calles y otras, de cuello blanco, en despachos de los palacios.